lunes, 28 de septiembre de 2015

Doce meses



Hace exactamente un año se publicó “Bésame mucho”, primer volumen de la trilogía “Bésame”.  Amazon fue la primera plataforma en la que la criatura se dio a conocer a los lectores para, una semana después, estar en todas las librerías. No estaba nerviosa. El hecho de que solo me conocieran en mi casa a la hora de comer ayudaba bastante. Además trabajar durante muchos años en prensa escrita me había acostumbrado a ver mi nombre impreso en papel aunque, por supuesto, de otro modo. Solo había una cosa que me preocupaba en realidad: Que la historia que había escrito con tanto esfuerzo y cariño llegara a los lectores. Me daba igual si gustaba o no. Mi único interés era no dejar indiferente a quien se acercara a aquel primer libro.
Empezaron a llegar los primeros comentarios y, en general, todo lo que me decían los lectores era bueno. Por supuesto había muchas cosas que mejorar pero las impresiones que me llegaban eran buenas. No soy muy dada a creerme este tipo de cosas. Supongo que es la consecuencia de ser siempre tan exigente conmigo misma y pensar que, aunque me digan que algo está bien, no llega a ser del todo cierto. No porque me engañen, sino porque mi mente siempre está un paso más allá.
Tras los comentarios llegó la promoción. Me subí en un avión a mediados de octubre y me bajé, como aquel que dice, en Navidad. Visité Málaga, Maracena (Granada),  Benidorm, Madrid, Alicante, Santiago de Compostela y Barcelona. Fue en ese “World Tour” cuando empecé a conocer a gente auténtica. A ese tipo de personas que estaba convencida de que se habían extinguido. Por suerte estaba equivocada. Fui recibida con un cariño enorme por lectoras/es a los que no había visto en mi vida y también por libreras/os con los que tan solo había intercambiado un par de mensajes a través de las redes sociales. Y flipé… mucho. Todo.
Cuando volví a casa a comerme el turrón se podría afirmar que no caminaba, más bien levitaba con el subidón que llevaba después de tantas cosas buenas. Por suerte soy bastante consciente de que el éxito es efímero y que solo se mantiene si eres capaz de seguir realizando un trabajo de calidad. Al menos eso es lo que me han enseñado tantos años de profesión.
Han pasado doce meses. He recorrido media España para dar a conocer mi trabajo  y, en el camino, han nacido otros dos libros más que han completado la trilogía. El próximo mes de noviembre podréis conocer el desenlace. Me muero de ganas de que tengáis la novela en vuestras manos. En todo este tiempo he seguido conociendo a gente maravillosa. Suena a tópico pero, quienes me conocéis, sabéis lo asquerosamente sincera que soy y que si hubiera conocido a un hatajo de cabrones lo diría igualmente. Pero no ha sido así
Quiero daros las gracias DE VERDAD a todas las personas que estáis conmigo cada día. A quienes me habéis acompañado durante estos últimos doce meses, a los que ya estabais ahí antes y me lleváis aguantando años. GRACIAS por el cariño, por los buenos momentos, por las risas, por ser mi fuente de inspiración a la hora de definir a un personaje o crear un diálogo. GRACIAS por hacer que todo este sueño se haya hecho posible y, sobre todo, GRACIAS porque ahora en casa me conocen también a la hora del desayuno y a la de la cena. Juas¡¡¡

Un beso enorme para tod@s y nos vemos en nada¡¡

sábado, 26 de septiembre de 2015

Cuando el tiempo va hacia atrás






Hola me llamo Raquel. Nací en septiembre de 1973. Por lo tanto tengo ya 42 años. Sin embargo hoy cumplo 35.  Probablemente estéis pensando que soy una de esas mujeres que ya han empezado a quitarse años y se han plantado en una edad determinada porque me espanta envejecer. No es el caso. La razón por la que hoy cumplo treinta y cinco años se remonta exactamente a siete años atrás. 
Quienes me conocen saben que siempre he sido una persona muy extrovertida, alegre y vital. En mi casa me enseñaron que a la vida hay que plantarle cara y que no hay que rendirse nunca. Así he ido yo por la vida siempre hasta hace unos años. Por una serie de situaciones personales que no voy a explicar y de decisiones que tampoco vienen al caso, de la noche a la mañana todo el mundo que conocía cambió. La persona que siempre había sido desapareció y la vida que con tanto esfuerzo me había construido también se esfumó. 
En unos pocos días pasé de la luz y la fuerza a la oscuridad más absoluta. Me enfrenté a ella con todas las armas que tenía a mi alcance pero la oscuridad se fue haciendo cada vez más y más grande hasta que, al final, me dejé arrastrar por ella. Estoy convencida de que todas las cosas que pasaron en mi vida desde los 35 hasta los 40 años no fueron una mierda, ni un completo desastre. Pero, cuando echo la vista atrás, solo recuerdo esa oscuridad que lo envolvía todo, angustia, lágrimas, desesperación y una sensación de no tener ni idea de por qué tenía que seguir adelante. 
Sé que durante todo ese tiempo hubo una persona a mi lado que siempre me tendió la mano. Alguien que me abrazaba cada vez que podía y me recogía cada lágrima mientras me susurraba que todo saldría bien, que algún día me reencontraría conmigo misma en el camino. Y así cumplí 36, 37, 38, 39, 40….  Tengo que admitir que convertirme en cuarentañera marcó un punto y aparte en mi vida. Empecé a ver las cosas de un modo diferente y, poco a poco, la luz al final del caminó empezó a dibujarse. Me levanté. Volví a luchar y, lo más importante, sonreí de nuevo. No fue fácil y sí, recaí en muchas ocasiones. Pero ya no me dejaba arrastrar por la oscuridad. Ahora la luz tenía mucha más fuerza. 
Hoy tengo 42 años y, aunque tengo mis días malos como todo el mundo, mi vida ha cambiado por completo. Soy feliz. Vivo, siento, respiro, río, amo y me siento (como diría Montse) de putísima madre. Sé que no puedo recuperar el tiempo perdido porque, en realidad, no lo fue. Necesité de aquella angustia para ser quien soy ahora. Eso es algo que he ido asumiendo con el paso del tiempo. Sin embargo sí que hay algo que está en mi mano. Recuperar todas y cada una de las edades de las que solo recuerdo tristeza. 
Por eso hoy cumplo 35. Mi vida es otra y mi actitud también. He conocido a gente maravillosa en el camino. Con algunas de esas personas compartiré hoy cañas, almuerzo y copas. Sé que después de esto, cuando un día me retire a la casa frente a la playa junto a la persona a la que quiero, echaré la vista atrás y una sonrisa se dibujará en mis labios. Los 35 fueron geniales y, afortunadamente, empiezan hoy. 

lunes, 21 de septiembre de 2015

Can´t take my eyes off you



Hace semanas que te has ido. Dejaste bien claro que no querías saber nada de mí y, sin embargo, yo sí quiero saberlo de ti. No sé qué me ha pasado contigo. Tampoco tengo la más mínima idea de por qué has sido la mujer que ha puesto todo mi mundo patas arriba. Pero ha pasado  y no puedo más que aceptarlo. Estoy cansado de luchar contra lo que siento. Harto de llevar una vida que no se corresponde en absoluto con el hombre en el que me he convertido.  Sin embargo.... Tú ya no estás. Debo aprender a vivir sin ti. Tengo que seguir adelante pero es que te llevo tan dentro de mí que no soy capaz de hacer ninguna otra cosa. He perdido la concentración en el trabajo, cuando llego a casa  me tumbo en el sofá y rememoro todos los momentos que pasamos juntos. Tal vez me haya equivocado porque ahora mismo estoy enfadado con el universo, con la vida... Aún así hay un nombre que no puedo dejar de pronunciar. El tuyo, MARGA.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Por qué me tomo la vida con humor

Sois muchos los que a diario os reís con las cosas que cuento tanto en Facebook como en Twitter. Otros me preguntáis cómo estoy siempre con esta energía y positividad que me suelen caracterizar. Por lo general no suelo hablar de mis agobios, mis angustias o mis malos momentos básicamente porque la vida me ha enseñado que esos tragos los tengo que pasar sola y lo más rápido posible. Tampoco suelo hablar en público de mis vivencias más personales. Soy bastante celosa de mi privacidad. Sin embargo llevo ya algunos meses recibiendo mails de personas que lo están pasando mal y me preguntan cómo es que siempre estoy sonriendo. Pues bien... Os contaré algo que muy poca gente sabe. Una experiencia que cambió mi vida para siempre y que tal vez os ayude a comprender por qué me tomo la vida con humor.

Empezaré diciendo que siempre he sido una persona muy extrovertida y risueña. Me encanta bromear y hacer que la gente se divierta cuando está a mi lado. Por circunstancias que ahora no vienen al caso esa chispa que siempre ha habido en mí se fue apagando poco a poco hasta que llegó un día en que ni siquiera reconocía a la persona veía reflejada en el espejo cada mañana. Aún así seguí adelante. Con el paso de los años empecé a tener problemas de salud al principio nada serios: Sobrepeso, dolores de espalda, de cabeza, ganas de llorar. El médico diagnosticó todo aquello como estrés y me recomendó que hiciera ejercicio. Estaba muy agobiada por todo lo que sentía pero, incluso así, empecé a andar diez kilómetros todos los días. Mi estado de ánimo no cambió, ni tampoco desaparecieron los dolores. Lo único que conseguí fue bajar algo de peso. Pero aquello no me animó demasiado.

Con todo el estrés del trabajo, la familia y querer llegar a todo mi estado empeoró. Lo hizo hasta el punto de que en menos de ocho meses me planté con 106 kilos, perdí el trabajo y me pasaba los días metida en la cama llorando.  Volví al médico y siguió diciendo que tenía estrés. Estuve vegetando casi un año hasta que, poco a poco, empecé a llorar menos, a salir más a la calle aunque seguía sin sentirme bien.

Una mañana del mes de junio de hace tres años estaba en la cocina preparando la comida y empecé a notar que los dedos de la mano izquierda se me dormían. Luego el hormigueo se extendió al brazo y, con una rapidez pasmosa, invadió toda la parte izquierda de mi cuerpo hasta el punto de no poder sostenerme en pie. A continuación el hormigueo pasó a la cara, a la boca y me di cuenta de que era incapaz de hablar. Estaba sola en casa y, aún no sé cómo, conseguí llegar a urgencias. Enseguida me atendieron, me metieron en una ambulancia y me llevaron al hospital. Cuando llegué allí me esperaban dos neurólogos que me sometieron a todo tipo de pruebas a una velocidad de vértigo.

Al terminar me quitaron la ropa y la colocaron dentro de una bolsa que etiquetaron debidamente con mi nombre y el número de paciente. En el tiempo que tardaron en traerme un pijama me quedé completamente sola. Tumbada en la camilla muy angustiada por lo que me estaba pasando miré en dirección a la bolsa que descansaba a mis pies y un pensamiento cruzó por mi mente: "Si te mueres ahora esto es todo lo que queda de ti. Cuatro prendas de ropa metidas en una bolsa". Me eché a llorar. No porque me diera miedo abandonar este mundo (soy de las que creen que somos energía y nos transformamos para regresar)  sino por ver lo pequeña que era, lo insignificante y cómo todo cambia en un segundo. Las personas que habéis pasado por circunstancias similares seguramente sabréis de qué os hablo.

Durante el día y medio que pasé completamente sola en el hospital (mi familia está a 500km y no los avisé) me hicieron de todo para ir descartando dolencias. A lo largo de aquellas 36 horas seguí viendo mi ropa metida en una bolsa de plástico y pensando que eso era yo. Y algo dentro de mí se revolvió con fuerza y se negó a ser aquello. No podía seguir pasando por la vida sin pena ni gloria. No tenía ningún sentido tomarme las cosas ni a las personas en serio porque, como estaba comprobando, si me moría me lo habría perdido todo. Me habría perdido a mí misma.

Al final los neurólogos dieron con lo que me pasaba (nada demasiado serio afortunadamente) y, después de una larguísima conversación con uno de ellos le conté la conclusión a la que había llegado. Él me miró sonriendo y me dijo que me firmaría el alta encantado si le prometía que iba a mantener ese mismo espíritu el resto de mis días. Así lo hice.

Han pasado tres años. He perdido 36 kilos. He conseguido escribir y publicar tres novelas.  Por supuesto he tenido y tengo mis días malos pero, ante todo, procuro reírme cada día lo máximo posible aunque sea de cosas que a cualquier otra persona le provocaría el llanto. Se puede. Os lo aseguro.

Y esta soy yo. Aquí, ahora y siempre.